Historia romana

 

CÉSAR Y SU PASO POR ARJONA

Sin remontarnos a los lejanos orígenes de la población de Arjona cuya tranquilidad fue perturbada por potencias provenientes del Mediterráneo, los antiguos pobladores, iberos establecidos desde hace más de 3.000 años, fueron cambiando su forma de vivir ante tanta injerencia extranjera. Los primeros invasores, de los que tengamos constancia, que se atrevieron a llegar desde el mar hasta el valle del Guadalquivir, fueron los helenos. (Ximena de Jurado hace referencia a una moneda griega en Arjona con la inscripción Urgabon (Ourgabwn)).

Con el paso del tiempo, el Mar Mediterráneo se convirtió en un campo de batalla para nuevos pueblos que intentaban ampliar sus dominios. Los cartagineses se fueron haciendo dueños de toda la costa occidental mediterránea entrando en litigio con Roma, por lo cual, trajeron sus guerras (Púnicas) a la península. Cartago era liderado y encabezado por varios y destacados militares, entre ellos el conocido Aníbal.

Los nativos de la zona, aguerridos iberos del Guadalquivir, tuvieron que enfrentarse con los cartagineses a los que les plantaron cara, costándole incluso la vida al propio Amílcar, padre de Aníbal, en una escaramuza. 

Dos localidades importantes de la zona: Cástulo y Córdoba contaban con un camino muy antiguo que aprovecharon los cartagineses. Este camino pasaba por distintas localidades; una de ellas, un oppidum, o ciudad amurallada ibera, llamada Virgaone, Vircaone o Urgaone, con nomenclaturas también de Urgao o Urgavo conocidos posteriormente por los romanos como Municipio Albense Urgavonense o Urgavo Alba.

 

 Plinio, (23 d. C - 79 d. C.) conocido como Plinio el Viejo fue un escritor, científico, naturalista y militar latino que realizó estudios e investigaciones en fenómenos naturales, etnográficos y geográficos, recopilados en su obra Naturalis Historia, y en él ya cita entre los oppida, que se encuentran entre el Betis y el océano, a ‘Urgao quae Alba’ como ciudad celebérrima:

Así, en los capítulos 7 al 15 de la N. H. en que se describe la Bética, sólo se califican expresamente como celeberrimae a las ciudades citadas en el capítulo 10 y ninguna más del resto de la provincia: Celeberrima inter hunc et oceani oram in mediterraneo Segida quae Augurina (Palma del Río) cognominatur, Ulia quae Fidentia (Montemayor), Urgao quae Alba, (Arjona) Ebora quae Cerialis, (Evora, el Alentejo, Portugal)  Iliberri quod Florentini, (Granada)  Ilipula quae Laus, (Pulianas, Granada) Artigi quod Iulienses, (Castuera),  Vesci quod Faventia, (Moraleda de Zafayona, Granada)  Singili (Puente Genil), Ategua, (Santa Cruz, Córdoba), Arialdunum (Arahal), Agla Minor (Carcabuey o Luque), Baebro (Baedro, Belalcázar), Castra Vinaria (Fuente del Maestre, Badajoz),  Cisimbrium (Zambra, Córdoba), Hippo Nova (Olvera, Cádiz), Ilurco (Pinos Puente), Osca (Huesca), Oscua (Villanueva de la Concepción, Málaga), Sucaelo (Alcalá la Real) , Unditanum (Nuditanum, Alcaudete), Tucci Vetus (Torredonjimeno), omnia Bastetaniae vergentis ad mare.

Sería poco probable que César o cualquier otro dignatario de la época pasara de largo sin visitar la ciudad de Urgavo, la tercera ciudad de las 22 ciudades “celebérrimas”  de la Bética, máxime cuando él mismo, además, otorgó a Arjona el título de “municipium civium romanorum”. Para el tamaño de población, hay muchas evidencias epigráficas del nivel y grado de romanización que muestran su adhesión a Roma y en especial a César y sus sucesores.

Falta todavía por descubrir la ubicación del foro romano de Arjona, donde con toda seguridad justificaría, aún más, la grandeza de dicho “municipium” en la época romana.

Continuando hacia Córdoba, se encuentra otro oppidum ibero: Ipolca, que también fue conocida como Obulco cuando dominaron los romanos dicha localidad y cuartel general de César, desde donde se dirigió la guerra contra los hijos de Pompeyo.

  Cástulo fue importante para los cartagineses, hasta tal punto que Aníbal se casó con una princesa castulonense llamada Himilce; Karduba también fue una ciudad cartaginesa  bautizada con este nombre por el general Amílcar Barca, por lo que no sería nada extraño que Aníbal hubiera hecho un alto en el camino,  entre las ciudades de Cástulo y Corduba a su paso por Arjona.

El dominio cartaginés sucumbió ante la invasión de Roma, por lo que aprovecharon las antiguas vías para el paso de sus ejércitos.  Uno de los caminos más antiguos, el llamado “Camino fenicio” que aprovechó buena parte Aníbal desde Cartagena a los Pirineos, contaba con un tramo meridional conocido por “Vía Hercúlea” o “Vía Heráklea” ( Polibio (III, 39) y Estrabón (III, 4,9)) y, en el tramo de Córdoba a Cástulo fue conocido como “Camino de Aníbal” aunque esta acepción es un nombre popular documentado tan solo en la travesía de Sierra Morena.

Este pe­riodo supuso la progresiva desaparición del poder indígena sustituido por el dominio romano. De todos ellos, los que se producen en la estructura de las ciudades son los que nos ponen de ma­nifiesto tales transformaciones al introducirse la tradición romana en la edilicia y al instaurarse las nuevas instituciones políticas.

  Esta ruta, convertida posteriormente en calzada romana, es la que utilizaron las legiones con Cayo Julio César a la cabeza. Este ramal sur se documenta en el conocido Itinerario de Antonino (Corduba a Castulone, 99 millas, a Calpurniana, 25, de ahí a Vircaone, 20, de ahí a Iliturgi, 34 y tras pasar la frontera de las dos provincias Betica y Tarraconense, otras 20 millas hasta Cástulo).  Posteriormente fue llamada Vía Augusta por Octavio Augusto, con algunas modificaciones en su trazado.

Otra vía que se estudia es la Vía Ibérica. El tramo Cástulo a Iliturgis por la vega del Guadalimar. Cruzando el Guadalquivir a la altura de los cortijos de La Vega y Carchenilla y penetrando en la campiña por el actual Mengíbar, Urgaone (Arjona), Iponuba (cerca de Baena). Esta ruta también la apunta Manuel de Góngora, con similar recorrido, quien además añade que partía de la puerta Norte (de las «Cisternas») de Cástulo.

Su trazado discurriría por Iliturgi, Virgaone, Obulco (Porcuna), y Calpurniana . El tramo que pasaba por Obulco (Porcuna) pasaría a con­vertirse en un camino secundario a partir de la rectificación de la Vía Augusta en el siglo I d.C., pasando a ser Epora (Montoro) el nuevo ca­mino y la vía principal, y acortando el trayecto hasta Corduba en XXI millas

 

 

SITUACIÓN POLÍTICA EN HISPANIA

Año 50 a. C. República de Roma. Una disputa entre César y el Senado de Roma culminó en la marcha de su ejército hacia Roma. Se realiza desde el senado una votación para retirarle a César el cargo de Gobernador. Mediante el veto de Marco Antonio, se evita que se lleve a cabo tal censura. Pero ante el peligro de muerte que corría éste, huye de Roma. Pompeyo toma el poder, en un estado de excepción declarado en la ciudad. Eso fue aprovechado por César para cruzar el Rubicón (“alea jacta est”) con sus tropas hasta Roma, que no aceptaba la nueva situación política. Pompeyo el Magno y gran parte del senado huyen de Italia a Grecia en el año 49 a.C., tuvo su primer enfrentamiento en Ilerda, (Lérida), a las que siguieron después las batallas de Dyrraquio (Albania) y Farsalia (Grecia, 9 agosto del 48 a. C.), cayendo derrotado y marchando a Egipto, donde sería posteriormente asesinado. Tapso (Túnez 46 a. C.) fue la última batalla, precedente a la de Munda (en algún lugar de Córdoba), que, con la derrota del bando pompeyano, se decidió finalmente la 2ª Guerra Civil en Hispania y el poder absoluto de César en Roma.

 La primera vez que César llegó Andalucía fue en la primavera del 69 a. C. junto a su superior, el gobernador Antistio Veto. Su cometido como Cuestor suponía a grandes rasgos la supervisión de las finanzas de la provincia, aunque también absorbió́ otras competencias propias del gobernador Veto, quien le encomendó visitar varias comunidades para solventar los problemas de sus habitantes y administrar justicia, principalmente en Gades (Cádiz), Hispalis (Sevilla) y Corduba (Córdoba).

César no volvería a pisar suelo español hasta el año 61 a.C.

Llegó a la ciudad hispana de Ilerda (Lérida) en Junio del 49 a. C. con un total de seis legiones. Allí aguardaban los legados pompeyanos Afranio y Petreyo al mando de cinco legiones. La campaña se caracterizó por las grandes dificultades que César y su ejército tuvieron que afrontar. Ese mismo año, César creó la legión III Gallica, que partició en todas las campañas contra sus enemigos en las batallas de Farsalia y Munda. Esta fue una de las legiones que decidieron la victoria en la batalla de Munda y que, curiosamente, existe una inscripción epigráfica de Arjona de uno de sus comandantes, el tribuno  arjonero Cayo Venecio Voconiano, quien también fue sacerdote de los divinos Augustos en la localidad.

Por los historiadores de la época sabemos que Julio César, quien ya había ganado adeptos en Hispania, durante su época de cuestor, recibió en Roma a unos mensajeros avisando que la facción de los Pompeyo se estaba adueñando de la Bética y atacando a sus seguidores en varios pueblos cesarianos, en especial la localidad de Ulía. Ante la imposibilidad de poder ser contenidos, César tomó la determinación de desplazarse personalmente a Hispania en un viaje relámpago.

Estrabón nos está describiendo el recorrido de la Vía Heraklea, dice que fue la ruta empleada por César para llegar de Roma a Obulco en veintisiete días. En 17 días llegó de Roma a Sagunto por mar, haciendo una media de 90 Km. por día y de Sagunto a Obulco (Porcuna), empleó 10 días, caminando a 55 Km. por día. La vía discurría por Valencia, Sucro (Albalat de Valencia), Saetabis (Játiva), Ilici (La Alcudia) , Ilurco (Pinos Puente), Basti (Baza), Cástulo (Linares), Obulco. Esta vía estaba ya trazada en el siglo III a. C., como se deduce del pasaje de Livio que narra sucesos del año 206 a.C., fecha en que Roma derrota a los cartagineses en la batalla de Ilipa, que los romanos la llamaron Corduba.

 

El libro “De Bello Hispaniensi” es otro documento histórico, aunque quizá el problema más espinoso de este libro está en su autor (Suet. Jul.56). Más allá del hecho que fue un testigo de vista (¿un soldado?), poco puede decirse sobre su identidad. Probablemente fue un militar de caballería que peleó junto a Julio César. Esto está indicado en que era el escritor de la peor obra literaria en latín pero que se preocupaba minuciosamente de los movimientos de caballería y detalles hasta el punto del absurdo, pero fue, ciertamente, un testigo de vista de las operaciones militares en Hispania.

Es muy posible que César hiciera parada en Arjona como ciudad aliada, ubicada antes de la llegada a su destino, Obulco (17 de diciembre de 45 a. C.) o bien hiciera una visita  posteriormente, ya que hasta el 8 de enero estuvo afincado en Obulco, donde se tomó, como diríamos hoy día, unas vacaciones navideñas, hasta la llegada de sus legiones. Se hacía acompañar para sus desplazamientos de una caballería ligera. Como guardia personal le custodiaban en todo momento, un cuerpo de guerreros hispanos iberos, conocidos por su valor y fidelidad.

Suetonio, César, 86: sunt qui putent confisum eum novissimo illo senatusconsulto ac iure iurando etiam custodias Hispanorum cum gladiis adsectantiüm (cod. adinspectantium) se removisse.

César convoca a sus legiones de la Hispania Citerior, en Obulco y desde allí lanza su campaña contra Corduba y la campiña culminando con la victoria in extremis en Munda. (17 de marzo de 45 a. C.).

Una vez acabada la guerra, César fundó colonias expresamente para sus soldados veteranos licenciados, muchos de los cuales estaban esperando ser asentados en el momento de su asesinato. De todas formas, su sucesor, Augusto, continuó con los planes que tenía César establecidos para la municipalización y romanización de la Bética.

Se le atribuyen a César la fundación de cinco de las diez coloniae civium Romanorum existentes en la antigua Ulterior: Hasta Regia (Mesas de Asta, a 11 km. de Jerez), Iulia Romula Hispalis (Sevilla), Itucci Virtus Iulia (Yacimiento Torreparedones, Baena, Córdoba donde se asentó la Legión IX Hispana), Ucubi (Espejo, Córdoba) y Urso (Osuna). Suetonio (Suet, caes. 38, I) y Plutarco (Caes. 57, 8)

Por otra parte, por el apoyo recibido y por la fidelidad a César, éste confirió el título de Municipium civium romanorum o ciudadanía romana a ciudades indígenas que estuvieron a su lado durante las guerras hispanas.

Así pues, Arjona recibió el nombre del Municipio Albense Urgavonense también conocido como Alba Urgavo, estableciéndose un marco administrativo y urbanístico, al igual que localidades cercanas como Iliturgis (Mengíbar), Isturgi (Andújar) y Obulco (Porcuna), al recibir de César un estatuto privilegiado tras la batalla de Munda en el 45 a.C. Las costumbres romanas calaron en las poblaciones hispanas tan profundamente, que fueron aceptando todo su legado social y cultural; a esto le llamamos Romanización, iniciado por César y continuado por Augusto.

Hay muchas evidencias en el patrimonio epigráfico de Arjona sobre este proceso de romanización de la localidad, integrándose plenamente en el sistema romano de la época. Personajes que han vivido la época de los guerreros iberos, que custodiaron a César por Hispania y personajes que posteriormente han regido la Curia Romana de Urgavo, o lo que es lo mismo, el Senatus Urgavonensis que figura en el escudo de la localidad.