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EL DUENDE ENAMORADO

Este cuento lo he extraído de una revista semanal que he desempolvado en la Biblioteca Nacional llamada La Ilustración Artística, número 82. Esta revista existió en el período 1883 a 1898.

Su autor, Pedro Madrazo y Kuntz (1816-1898) fue un pintor, escritor, jurista, traductor, académico, periodista y crítico de arte español. (Casi ná) Miembro de una ilustre familia de artistas fue hijo del pintor neoclásico, José de Madrazo y Agudo e Isabel Kuntz Valentini, hija del pintor de la Silesia polaca, Tadeusz Kuntz. Hermano de los pintores Federico de Madrazo y Luis de Madrazo.

EL DUENDE ENAMORADO

Nos hallábamos en la villa de Arjona, en una casa vieja y desmantelada de nuestro amigo R.- Era una noche del mes de noviembre de 1873, fría y lluviosa, y estábamos junto al fuego sin saber en qué entretenernos. Zumbaba el viento y nos mandaba por el cañón de la chimenea como un quejido lastimero.

–Estamos en el mes de las ánimas, dijo F. Alguna de ellas viene a pedirnos hospitalidad y colándosenos por el tejado nos cuenta alguna triste historia en lenguaje que no entendemos.

–Lo dices en broma, observó R, y sin embargo no sería del todo imposible que alguna alma, del cielo o del infierno, o acaso del purgatorio, traída por el aire cuyo zumbido oímos, estuviera ahora en este escondrijo solicitando algo que para nosotros es misterio- No sabemos de qué facultades están dotadas en el otro mundo las almas de los justos y de los réprobos; hay quien supone, y paréceme que en esto nada hay que se oponga al dogma, que Dios permite a veces a las unas y a las otras visitar la tierra, vagar, digámoslo así, por los lugares que habitaron durante su existencia mortal, y aún mantener cierto comercio con los vivos…

–Explícate, porque me parece que vas a desbarrar, interrumpí yo, sonriendo ante la seriedad que iba tomando el semblante de R.

–Pues prosigo, continuó él formalmente, mientras F y yo tomábamos en nuestras butacas una postura cómoda para escucharle, reservándonos el derecho de quedarnos dormidos cuando la exposición de su doctrina empezase a cansarnos. – Iba diciendo, amigos míos, que el comercio de las almas de los difuntos con los vivos es cosa que ningún cristiano, medianamente instruido en los misterios de su fe, pone en duda. Respecto del trato que por nuestra desgracia podemos mantener con los réprobos, harto nos lo atestigua la Iglesia en el mero hecho de tener sus exorcistas, En cuanto a la comunicación con los espíritus bienaventurados, claramente nos la revelan las vidas de muchos santos. Privilegio éste que Dios concede a algunos de sus siervos; perdición aquél en que el mismo Dios precipita a muchos malvados, uno y otro comercio existe, y el que lo niegue, niega la historia y la experiencia cotidiana. Ahora, que las almas que en la otra vida se hallan purgando el reato de sus culpas después de perdonadas en la tierra, obtengan también a veces el permiso de Dios para venir a nuestro mundo, no se demuestra tan claramente; pero presunción es de no pocos hombres piadosos y doctos, conformes con la creencia general y vulgar, que a las ánimas del purgatorio otorga la clemencia divina en ciertas ocasiones licencia para venir a solicitar de los vivientes los sufragios que han menester para acabar de extinguir su pena y que se les abran las puertas del cielo.

–En lo que llevas dicho hasta ahora, podemos estar de acuerdo como buenos católicos; lo difícil será que nos pruebes que las ánimas, espíritus o almas, –que todo es lo mismo, –ya del purgatorio, ya del infierno, vienen a nosotros, cuando Dios lo permite, gimiendo como el vapor que se escapa de la caldera, o zumbando como el viento que penetra por las guardillas, o bramando como el huracán, o arrastrando cadenas, o golpeando los techos y los tabiques, en suma, asustando a los vivos en la forma y manera que  se supone lo hacen los duendes.

–El cuerpo material que se informe el alma al aparecerse en la tierra, ora para castigo de los malos, ora para implorar sufragios de los buenos, será el que se quiera. Claro es que el miedo natural a los aparecidos desfigura y abulta la forma corpórea en que se nos presentan, o la voz con que los oímos; pero que toman forma o sonido, es indudable, porque como seres puramente espirituales no podrían comunicarse con nosotros. El vulgo cree en los duendes, y el no vulgo en los espíritus: lo mismo es lo uno que lo otro. La única diferencia está, a mi ver, en que los espíritus son evocados, y los duendes se nos cuelan espontáneamente como Pedro por su casa sin que nadie los llame. Pero unos y otros se nos manifiestan de una manera verdaderamente sensible, es decir, por medio de los sentidos, ya por el oído, ya por la vista. La famosa pitonisa de Endor evocó ante Saúl el ánima de Samuel, y éste se apareció a aquel rey como ominosa sombra. Las modernas pitonisas –verbigracia las hermanas Brown de los Estados Unidos—evocaban los espíritus de los difuntos haciéndoles manifestarse con golpes dados en las paredes y hablando con la misma voz que sus cuerpos tuvieron en vida. Nuestra Iglesia reprueba tales evocaciones y las tiene por arte diabólica. Si queréis leer lo que acerca de esto escribió no ha muchos años en una de las más acreditadas revistas europeas, –en la Civiltá Cattolica, — un sabio teólogo, refiriendo una terrible sesión de espiritismo habida en casa de aquellas médiums ante un joven francés instruido y piadoso, diputado por el celoso Obispo católico de Nueva York para que le enterase de lo que allí ocurría, os convenceríais de que no anda descaminada la divina maestra y directora de nuestras conciencias.

Mas no tratemos de ahondar en esto: dejemos que unos se rían del espiritismo y que otros lo proclamen como la teología del siglo XIX; siga cada cual su sentir, mientras sea sin merma de la santa fe cristiana; y para que no os fastidie por más tiempo esta materia, tratada macarrónicamente por los que no somos doctores, voy a leeros una curiosa historia que con ella se relaciona, y que por ser narración verídica escrita del propio puño de mi buen padre, que Dios tenga en su gloria, conservo entre mis papeles. Ella nos hará pasar entretenidos el resto de la noche mientras el ánima en pena que gime en este ahumado escondrijo se entera también del suceso ocurrido…

–Por si le conviene ilustrarlo con notas, interrumpió F con risa burlona.

Llamó R a su criado: le pidió el habitual refresco: trájonos copas y una botella de manzanilla; y después de brindar los tres en sufragio del alma enchufada en nuestra chimenea, tomó nuestro amigo un legajo que tenía guardado en un escritorio de nogal, vino con él majestuosamente a ocupar un velador en que ardía un quinqué de forma primitiva, desató los papeles, sacó de entre cincuenta o ciento de varias formas y tintas, un cuaderno amarillento cosido con seda encarnada, ya descolorida, y comenzó con grave entonación su lectura, que decía así:

(Esta casa no existe ni ha existido en ninguna parte del mundo, así que no intentéis devanaros los sesos. Hecha con IA)

“Vivía en Arjona, donde poseo la misma casa en que ella murió, una señora joven, hermosa y honesta, sin padre ni madre, y abundada en bienes de fortuna, la cual tenía un hermano, D. Alonso de Angulo, de perversa índole, que envidioso de que sus padres, siendo él el mayorazgo, la hubieran dejado por heredera de sus bienes libres mejorándola en tercio y quinto, juró para sí no dejarla casar y matarla antes de que pensara ella en hacer testamento, para heredarla. Un joven llamado D. Luis Contreras, que seguía la carrera de la Iglesia, alma cándida y afectuosa, acertó a verla en una romería; prendóse de ella, cambió de vocación, dio de mano a sus estudios, y comenzó a galantearla rondándole la casa. No le correspondió doña Lucinda, –que tal era el nombre de la rica doncella;– pero más por curiosidad que por otra cosa, se asomó alguna vez al balcón cuando D. Luis paseaba su calle; y una hermosa noche de luna, sorprendida en aquella acción por su hermano, montó éste en cólera afectando celo por el decoro de su sangre y arremetió al amante con el acero desenvainado: el acometido sacó su espada para defenderse: riñeron, llevando el agresor a su contrario a buena distancia de la casa de la hermana, y con tan mala suerte para el amartelado doncel, que recibiendo una estocada, cayó en tierra, atravesado el corazón sin proferir un ay. El matador le dejó tendido en el arroyo y escurrió el bulto. Como el lance había pasado sin testigos, nadie pudo declarar acerca de él: doña Lucinda tuvo buen cuidado de callarlo; su hermano D. Alonso, al día siguiente, paseó la ciudad sin aparentar temor alguno y como muy ajeno a lo sucedido; el muerto fue enterrado; la justicia se cansó de practicar estériles averiguaciones, y la cosa quedó en tal estado.

“Pero el ánima de D. Luis se apareció a Lucinda en forma corpórea, obteniendo de Dios permiso para expiar sus pecados junto a la mujer que había sido causa de su prematura muerte.—Al día siguiente de la catástrofe, al salir la luna, presentóse a ella en la sombra que proyectaban los arrayanes de su jardín, informando un cuerpo como densa neblina, con humanas facciones y proporciones. Lanzó un grito Lucinda, y llena de estupor retrocedió hacia el lado opuesto del jardín; pero medio aterrada y medio atraída por un irresistible imán, se detuvo en su carrera: llegóse a ella el aparecido, deslizándose por entre el ramaje suave y blandamente; al percibir la doncella el ambiente glacial que le envolvía, perdió el sentido y cayó en tierra; él la alzó en sus brazos, que la ceñían como si fueran de gasa o pluma: depositóla tranquilamente en un banco de césped, y cuando volvió en sí, procuró tranquilizarla, descubriéndole quién era y el misterio de su aparición, y cómo se hallaba en el purgatorio. Díjole mil ternezas, la reveló su estado en la otra vida, y que al conseguir de Dios licencia para purgar la pena de sus culpas en el lugar mismo que él había elegido en el mundo para llegar a la suprema dicha del amor terreno, viéndose ya para siempre privado de lograrla, había juntamente alcanzado el ser amparo y defensa de la que tanto había amado. Prometióla que nunca la tocaría, como no fuese para salvarla de algún peligro, y le anunció que a todas horas se hallaría a su lado para frustrar las asechanzas que un hombre malvado, –no le dijo quién, — tramaría contra su vida, aunque ella no le viese sino mu pocas veces mientras no se le aficionase y se acostumbrase a su trato.

“Lo que pasó por Lucinda no se explica humanamente. Ella, indiferente para D. Luis cuando tenía vida y forma física, le empezó a cobrar cariño viéndole en ánima y con aquel mero simulacro de cuerpo tangible. ¡Rareza de las mujeres!

Entregóse por fin llena de pasión al trato de aquel ser fantástico: todas las noches bajaba al jardín para recrearse con él en dulces coloquios, y casi sospecho que le pesó más de una vez, cuando estaba embebecida oyendo sus amores, no hallarse en algún peligro para que el duende la tomara en sus brazos. Con frecuencia ya, durante el día, se le presentaba en los corredores, en las piezas deshabitadas, en los desvanes y en las mesetas de las escaleras, pues como aquella casa era muy grande, sobraban en ella parajes solitarios, ocultos a la escudriñadora curiosidad de los sirvientes.

“Llegó la Semana Santa y el cumplimiento de la Iglesia, y doña Lucinda concibió escrúpulos de aquel comercio secreto, que, aunque casto e inocente, le parecía un tanto preternatural y ajeno de la vida cristiana de una huérfana bien nacida. Descubrió el caso a su confesor, y éste le prohibió severamente continuar en aquel trato peligroso para su alma. ¡Pero tenía su duende tanto atractivo! ¡la decía cosas tan halagüeñas!… Para cautivarla más, siempre sus discursos iban sazonados de santas aspiraciones al bien supremo e infinito, siempre al hablarla de su amor la arrebataba con elocuentes vuelos de mística embelesadora a la contemplación de las inefables dulzuras que Dios otorga a sus elegidos en el paraíso. Los cuadros que ante ella ponía del esplendor, majestad y belleza de los tipos celestiales, de Dios Padre, de Jesucristo, de la Virgen y de los coros de los ángeles y arcángeles, producían en ella un arrobamiento dichoso, durante el cual, mezclando  afectos santos con materiales instintos, se contemplaba sublimada hasta el trono del Eterno en los amantes brazos de su querido espíritu, que la circundaba toda de perfumada neblina, como a la doncella griega de la fábula la nube del dios transformado a quien acogía en su blando regazo. Estos goces, entre místicos y profanos, como originados del trato con un espíritu manchado de terrena escoria no aún perdida en el crisol del purgatorio, la encadenaron de tal suerte, que dejó trascurrir años enteros sin volver a tomar consejo de su confesor: porque cada vez que, reconviniéndose a sí misma de su torpe debilidad, se proponía seguir las juiciosas amonestaciones de aquel y romper todo vínculo con el amado duende, éste, que no se separaba de ella un punto y leía en su semblante sus propósitos, daba tales suspiros, la dirigía tan sentidas y seductoras quejas, la asediaba tan dulcemente, que por fin la hacía desistir.

“Entre tanto, D. Alonso de Angulo, firmemente resuelto a poner por obra su designio fratricida, se había presentado repetidas veces en la puerta de la vivienda de su hermana para consumarlo; pero siempre había tenido que retroceder ante el alboroto que al aproximarse él movía el duende en la casa, sólo comparable con el ruido que hubieran podido hacer cien hombres de armas introducidos en ella.

“Ocurrió en esto que un famoso padre dominico, a quien apellidaban segundo apóstol de Andalucía, comparándole con el venerable maestro Juan de Ávila por el extraordinario fruto que recogía en sus predicaciones, bajó a la provincia de Jaén a celebrar unas misiones, y  en una de sus santas correrías llegó a la villa de Arjona. La fama de sus virtudes y de su maravillosa elocuencia llevó a oírle toda la gente granada de la población, y a Lucinda con ella, que se presentó en la iglesia acompañada de su dueña; y tal efecto produjo su inspirada palabra en el corazón de la noble doncella, que iluminada y convertida repentinamente, se determinó a no volver a su casa sino para mudar en seguida de vida y de vivienda y olvidar del todo el dulce engaño en que había estado malamente entretenida.

“!Feliz y desdichada a un mismo tiempo!—Al dar las órdenes de abandonar aquella casa, le dirigió el duende palabras de amorosa pesadumbre, y reconvenciones capaces de quebrantar la más dura peña. Con voz entrecortada por amargos sollozos y suspiros, la rogó por todos los santos del cielo que no abandonase su antigua morada, porque si lo hacía, la iba a suceder un gran trabajo. Ella le desoyó con heroica fortaleza de ánimo: ejecutó su propósito; y no bien puso el pie en su nueva casa, el desatentado hermano, que no encontró en su umbral el tropiezo insuperable que en la antigua le había detenido, espiando la oportunidad, penetró una noche en el aposento de Lucinda, descolgándose por una chimenea, en ocasión de hallarse enteramente sola; la dio de puñaladas, y evadiéndose por donde había entrado, la dejó bañada en su sangre en medio de la estancia, sin que quedase allí huella de su persona. –El poder del duende no alcanzaba a defenderla fuera de su antigua morada.

“Cuando se divulgó por la villa el asesinato, D. Alonso hizo grandes demostraciones de tristeza; requirió a la justicia para que averiguase con todo empeño y celeridad quién había sido el matador de su hermana, y ofreció recompensar con grandes sumas al que lo descubriese. Hiciéronse toda clase de diligencias, no se pudo dar con la pista del malhechor, disimulando Dios por entonces el abominable crimen, y reservándose el castigo para fulminarlo en su día.

“Sucedía esto allá por los años 1702, cuando la majestad del rey D. Felipe V recuperaba los estados de Nápoles y del Milanesado con el esfuerzo de su brazo. Dl Alonso de Angulo, heredado en los cuantiosos bienes de su infeliz hermana, fastidiado de la vida ociosa de su pueblo, se alistó para servir a su rey en la guerra de Italia, manteniendo a sus expensas una compañía de caballos; y antes de partir, en la previsión de cualquier caso adverso de la instable fortuna, quiso otorgar testamento y lo hizo en favor de un compañero de armas a quien debía la más desinteresada y leal amistad, y los más sanos consejos en su turbulenta vida. Este compañero suyo, llamado D. Diego de Zirate, era tío de mi abuelo. D. Alonso murió desastradamente a orillas del Pó, en el campo que lleva el nombre de la victoria, arrastrado por su caballo y despedazado por él en su furiosa carrera por entre las piedras y matorrales: su amigo D. Diego, llamado a recoger su herencia, volvió a Andalucía y murió santamente retirándose en sus postreros años a considerar los desengaños del mundo y hacer vida de ermitaño penitente en la sierra de Córdoba. Dejó todos sus bienes a los hospitales, y a mi abuelo unos olivares en Arjonilla y Montoro, y en Arjona esta casa que yo habito…”

–Es decir, añadió R dejando el papel sobre el velador, esta casa donde ahora nos encontramos. Esta fue la vivienda última de la desgraciada Lucinda.

–¡Calla! interrumpió F, ¿con que aquí fue donde ella murió asesinada?

–Y en esta propia estancia, respondió R muy tranquilo. Inquieto F, dejó la butaca y se acercó a la ventana: el cielo se había despejado y derramaba la luna una hermosa claridad: había cesado el aire, la noche estaba serena, aunque fría; no se movía una rama.

–¿Cómo es, preguntó un poco alarmado, que estando ya la noche tan en calma, en esta maldita chimenea continúa soplando tan fuerte el viento, y mandándonos estos lúgubres gemidos?

–Vosotros que os reís de los duendes y de las ánimas aparecidas, me lo diréis, respondió con sorna R.

Volvió éste a tomar el papel, iba a proseguir su lectura, pero bajó de repente de la chimenea una violenta ráfaga, acompañada de un lamento prolongado y desgarrador; volcóse la lámpara, quedó la pieza a oscuras, y a impulso de un viento glacial, vertiginoso como tromba y ronco como el huracán, dimos los tres en tierra, medio perdido el sentido por el golpe y el estupor.

Por aquella misma chimenea había bajado el fratricida a asesinar a la malhadada Lucinda hacía ciento setenta años. –Las ánimas de los réprobos pueden también tener su infierno en los lugares donde cometieron en vida sus horrendos pecados.

PEDRO DE MADRAZO

BOCETO DE LA ENTRADA A LA CRIPTA DEL BARÓN DE VELASCO

Poco podemos añadir sobre la belleza de la Cripta del Barón de Velasco pero podría haber sido aún más impresionante.

Indagando en las riquezas del Patrimonio Nacional, el Ministerio de Cultura y Deporte, a través del Instituto del Patrimonio Cultural de España, adquirió  en 1975 un fondo fotográfico de unos 40.000 negativos del Archivo Ruiz Vernacci. Uno de los más extraordinarios de la historia de la fotografía en España.

Entre tantas piezas únicas, aparece una  fotografía realizada en 1913  con el nombre de  J. Llorens  en la parte inferior  con una anotación:

“Boceto de decoración mural en mosaico de la sobrepuerta (paso a la cripta) de la capilla del Barón de Velasco en Arjona (Jaén).

Un dibujo de ángeles volando, similares a los de la cripta, cada uno con un instrumento musical y dos ángeles portadores de un cartel con la inscripción en latín: “Sepulcro puerta del cielo”, todos ellos sobre nubes y dentro de un arco floral con el escudo familiar del Barón de Velasco en la parte superior.

Pudiera haber sido que no se autorizase exponer en mosaico dicho mural dentro de la iglesia de San Juan o bien, que hubiera faltado presupuesto económico para completar la cripta, pero de cualquier modo, su realización hubiera sido  una magnífica entrada al sepulcro familiar.

ARJONA – CIUDAD ANDALUZA

Antes de nada, vamos a hablar de su autor. Se llama Juan José Ruiz González, de profesión músico, como le gusta denominarse y esta es su historia:

Nace en Arjona un 14 de mayo de 1939. A la edad de 12 años, nace su afición por la música en la peluquería de su padre donde él trabajaba de aprendiz, escuchaba a unos chicos que ensayaban canciones de rondalla; fue entonces cuando decide aprender a tocar la guitarra.

En 1953 entra a formar parte de un grupo musical de pulso y púa, bajo la dirección del gran maestro compositor y director de la banda de Arjona, don Bonoso Baena Córdoba, donde cosechan muchos éxitos con obras clásicas como: Momento Musical de Schubert, la Marcha Turca de Mozart, Danza Quinta de Granados, La Doble Águila de Wagner, etc.

En 1960 después de ver un concierto en el cuartel donde hizo la mili, del Niño Picardo y Sabicas, decide estudiar guitarra flamenca, que no ha dejado de tocar, aunque no profesionalmente ya que sus otras actividades musicales no se lo han permitido.

En el año 1962, se reorganiza la «Orquesta Maryland» donde pone voz y guitarra eléctrica, haciendo música de baile en bodas y fiestas de los pueblos.

En 1966, ingresa en el grupo «Los Dinamita» con otros dos compañeros, Paco y José, intervienen en un programa de televisión con el famoso presentador Alfredo Amestoy; desde ese momento se dedica profesionalmente a la música, trabajando en hoteles en la Costa del Sol y haciendo galas en Andalucía.

En 1968 ingresa con su compañero José, en el grupo «Los Fami».

En 1969, decide formar el Grupo «Avance» con gente ya conocida de otros grupos consiguiendo muchos éxitos por toda España en especial en la Costa del Sol y el País vasco, por diversas circunstancias, deja el grupo en 1974, para dedicarse a la enseñanza montando una academia en Madrid donde da clases y prepara grupos musicales.

LOS SEIS PALOS DEL FLAMENCO, interpretado por el mismo autor, se ha montado en tres vídeos con dos palos cada uno, de la siguiente forma: Vídeo Arjona Ciudad Andaluza 1, con los palos Soleares y Peteneras.

Vídeo Arjona Ciudad Andaluza 2, con Seguidillas y Tientos.

Vídeo Arjona Ciudad Andaluza 3 con Tango Andaluz y Caracoles.

Los tres vídeos están amenizados con fotografías, representando a todos aquellos arjoneros que a través de los años hicieron grande a nuestro Pueblo. Asimismo expone las partituras escritas por «cifra acompasada» para mejor comprensión de aquellos que no saben música.

LIBRO: UN MUNDO QUE VIVE EN OTRO

El 1 de abril salió a la venta la novela: Un mundo que vive en otro, de Mónica Gómez Quero.  La novela pretende volver a dar vida al mundo de su abuela y las historias que le explicaba, en las que la autora encuentra su propia identidad.  Su abuela era la madre de la familia Quero Medel que emigraron de Arjona a Sabadell en los años 60. La novela nos transporta a diferentes momentos de su vida y de la historia del país; como sus recuerdos de Arjona durante la República, la Guerra Civil, la dictadura, la emigración hacia Cataluña, la transición y la actualidad, hasta el viaje que la autora realiza a Arjona, una vez su abuela fallecida, para ver por ella misma el escenario de tantas historias.

LA CRÓNICA SECRETA

Hace ya unos cuantos años, nos remontamos a noviembre de 1984, se editó en Arjona una especie de librillo «Boletín de Noticias Urgavo», el número uno. Transcribiré textualmente lo recogido con este título en sus páginas 17 y 18, ya que no tienen desperdicio y hay que leerlo «de cabo a rabo», es decir, todo. Enriquecerá notablemente nuestra percepción sobre la sorna y el humor existente en el pasado ¡y cómo las tiraban!…

«Junto a la crónica grande de los pueblos, la de su historia y sus tradiciones, siempre ha corrido paralela otra cachonda, a veces repleta de humor y sorna, pero a veces mezquina, soez y rencorosa. Arjona, hito importante en la historia y en el folklore, se ha prestado al vejamen de los burladores con cierta facilidad, debido, sin duda, al peso enorme y a la calidad de antecedentes y debido al notable número de escritores satíricos y mordaces nacidos en su seno, sobre todo en el siglo pasado (por el XIX).

Los textos que reunimos aquí rondan un tema único: Arjona, es decir, la ciudad, su historia, sus gentes, sus rutinas, sus juicios, su gastronomía, etcétera, pero todo ello observado desde el ángulo de la procacidad o, al menos, de la insolencia. Las imágenes literarias, las exageraciones, los eufemismos intencionadamente torpes hacen que esta visión de Arjona, y en ello radica su peculiaridad sea picante, desvergonzada y, a la vez, candorosa truculenta y divertida.

Impudicia no exenta de machismo o de énfasis para la patria chica, de orgullo local. También, quién lo duda, es una visión saturada por la melancolía campesina, que se identifica en el parangón sexo-cosas, en insistente cotejo de calidades, de proporciones, de razonamientos. Son los hechos, las causas, hasta los objetos, examinados y explicados a través de la cadencia erótica, debido, quizá, a la enjundia y al crédito poderoso que tienen los símbolos sexuales. O, acaso, a la energía expresiva de las palabras «innobles» ya que en los pueblos estos vocablos, apenas erosionados, conservan un insólito valor inicial. Los textos, por otro lado, no han nacido directamente del vulgo, salvo en pocos casos, y ello se advierte de inmediato, pero han sido construidos con los materiales queridos por él. Muchos versos descubren un origen docto, incluso erudito (son como lecciones de Historia), pero han surgido para consumo del pueblo, para su utilización plebeya, seguramente en una utópica manipulación folklórica. Lo cierto es que muy pocos de los textos reunidos aquí llegaron al pueblo, al menos no echaron raíces en la memoria popular, no fueron retenidos, asimilados y pulidos por la sabiduría anónima. Algunos, sin embargo, aunque no incógnitos (bastantes se publicaron o circularon sin firma), sí participan de cierta naturaleza vulgar, de simiente anónima o de tradición oscura.

Bien, pasamos ya a la antología. Ofrecemos primero el texto y seguidamente la nota en la que procuraremos dar el autor, si fuera conocido, o la procedencia, o, al menos, quién nos lo ha comunicado. Cuando tengamos la fecha, se indicará, así como una explicación o glosa de lo contenido en los epigramas o en las coplillas.

SOBRE LA CIUDAD

1 Posible es que no he de verte

y he de ausentarme y dejarte

ya te quedas, ¡trance fuerte!

Arjona la del mal arte,

ya me despido, ¡qué suerte!

El autor de este texto fue don Zeferino Zepol, natural de Andújar, quizá el único escritor rencoroso de todos los que hemos manejado hasta ahora. Zepol, López leído al revés, fórmula que tenían los antiguos autores de «papeles amarillos» para disimular su nombre, escribió numerosos pliegos de cordel, algunos de los cuales se hicieron famosos en la zona por los «¡ay de mí!». El señor Zepol, que vivió en el siglo pasado (por el XIX), debió tener algún traspiés con los arjoneros, según se echa de ver en los versos.

2 Ayer a Arjona volví

tras cien años ausente

y, como entonces, la ví,

caray, de cuerpo presente

Texto de Bonoso Acebes Canales recogido por el señor Siera, de Córdoba. Bonoso Acebes, o doctor Acebes, era hijo de Arjona y cursó estudios en Granada, donde se licenció en Derecho. De 1873 a enero del 74 fue alcalde de Arjona un Bonoso Acebes Canales, pero éste no es nuestro autor, ya que los versos del doctor Acebes están fechados entre 1823 y 1827 y el título de abogado lo obruvo en Granada a Comienzos del XIX.

3 Arjona, famosa Arjona,

no vales una corona.

Anónimo remitido por R. Moreno y hallado entre papeles del impresor Alonso, granadino (1840), con una serie de pareados sobre distintos lugares. El texto no alude a que Arjona perdiera el reino fundado por Alhamar, suponemos, sino a que su precio no alcanza al de la moneda de oro de tiempos de los RR. CC. y que equivalía a 11 reales de plata, lo que hace suponer la antigüedad del exabrupto. Los dos versos son la negación de aquellos otros, también clásicos, que decían: «O, cuna Nazarí, / vales un potosí!»

4 Dos cosas tienen en Arjona

que no tienen en Escañuela:

los caballitos de Mayorga

y la borrica de Requena.

Texto muy reciente que nos proporciona M. M. V., de Granada. Ambas invenciones, el tiovivo de Mayorga y la burra de Requena, están presentes aún en el recuerdo de todos los Arjoneros.

SOBRE LOS ARJONEROS

5 Se largaron los romanos

y vinieron los alanos;

se fueron los visigodos

y aparecieron los moros;

cedieron los mahometanos

y llegaron los cristianos.

¿Cuándo vendrán los iberos?

Que ésos sí eran arjoneros.

Firmado por José González, arjonero que colaboró en revistas locales de Jaén y Córdoba. Como algunos de los versos aparecieron con un J. González, se ha sospechado que el verdadero autor fuera Juan González, el cronista oficial de la ciudad de Arjona, quien también publicó sus poemas en revistas como «La Alhambra» y «El Guadalquivir», esta última editada en Andújar. El tal José González escribía hacia 1880.

6 Lo que luce en el Tres de Oros

son cojones de los moros,

y lo que en Andújar brilla

son los cuernos de Castilla.

Recogido por M. M. V., de Granada. Énfasis patriótico de los arjoneros, a los que todavía llaman «moros blancos» en la comarca. Arjona, recuerdan, no fue conquistada por Fernando III, sino cedida por Alhamar. Desde el Tres de oros se domina toda la vega isturgitana.

7 Dicen que el arjonero es perro

porque Arjona está en un cerro.

Los de Porcuna son marranos

y tampoco está en los llanos.

Recogido por el señor Sierra, de Córdoba. Perro, por vago, es de curso legal en Arjona. Lo de llamar marranos a los de Porcuna debe ser porque el nombre de la ciudad proviene del monumento que dedicaron Cayo Cornelio Cesón (edil, sacerdote y duunviro del Municipio Ponteficiense) y su hijo a una marrana (porca / puerca) que parió treinta lechoncillos.

8 En culo de Porcuna,

todos a una.

En culo de Arjonilla,

en cuadrilla.

En culo de Arjona,

varejona.

Recogido por el señor Rodríguez, de Sevilla. Los versos 3 y 4 nos recuerdan el dicho popular «Como los tontos de Arjonilla, en pandilla». Nuevo énfasis arjonero. El «culo de Arjona» necesita sólo una y de tamaño varejón.

9 El cura de Arjonilla

tiene una sobrinilla.

El abad de Lopera,

la Bartola y su nuera.

El mosén de Porcuna

sólo tiene a la mula.

¿Y el arcipreste de Arjona?

Las mocitas de la zona.

Firmado por Vicente Parras, que, según el señor Sierra, fue párroco de Arjonilla. La estructura es muy semejante a la del número 8 y muestra la misma jactancia, aunque en este caso machista y desde el campo eclasiástico. Desconocemos las fechas en que vivió Vicente Parras, parece, sin embargo, que fue arjonero.

F. ABRIL VÁZQUEZ

… cualquiera tiempo pasado… fue mejor

Repasando una hoja de la prensa de hace años, extraída de la hemeroteca del ABC, nos encontramos con una serie de noticias que nos hacen pensar al comparar la situación actual. Veamos:

EN HONOR DE PERÓN Fue un día de nuestros Santos hace setenta y tres años. Y con lo grande que es España, sólo a Arjona se le ocurre dar nombre a una plaza del General Perón (político y militar extranjero y además, vivo). Por supuesto, sus motivos tendrían y que fue para celebrarlo, también, pues hasta vino el cónsul de Argentina en Granada, representando al embajador de dicho país.

EL PRECIO DEL ACEITE, TRIGO, LEGUMBRES Y PATATAS. Otro artículo que me deja perplejo es que el precio del aceite, trigo, legumbre y patatas de entonces los fijaba el Consejo de Ministros, y a ver quién era el guapo de variarlos. Ahora que hay muchos ministros, podíamos proponer que fueran ellos quienes volvieran a retomar esta sana e importante labor.

ESTADO DEL TIEMPO. PARTE OFICIAL METEOROLÓGICO El Servicio Meteorológico Nacional dependía del Ministerio del Aire. Digo yo que a falta de satélites, mandarían un piloto a darse una vuelta y este hacía su informe: Ligera tormenta en Madrid y más tarde tronó en todo el noroeste de la Península y en puntos aislados del Ebro y del Sur. El trabajo bien hecho, ¡sí, señor!.

NEGROLÓGICAS. Supongo que se debe a una errata, pues se trataba de la muerte de un general español.

LAS DECLARACIONES DEL CAUDILLO Una cadena de diarios extranjeros señalan en sus titulares las declaraciones del Jefe del Estado Español acerca del Mediterráneo. También insertan informaciones sobre el desastre de Cádiz. Opinar sobre el Mediterráneo cuando tres días antes había ocurrido una tragedia, el 18 de agosto de 1947. A las 22:50 una terrible explosión sacudió la ciudad dejando unas cifras aterradoras: 151 muertos, muchos de ellos niños, y 5.000 heridos, cuya deflagración se vio desde Sevilla y Huelva.

Han pasado 62 años y todavía siguen sin esclarecerse los hechos que provocaron aquélla masacre. «Cádiz contaba con una base de defensa submarina que se encontraba en los extramuros de la ciudad» nos explica Jose Antonio Hidalgo, autor del libro Cádiz 1947. La explosión.

«La base contaba con minas que se habían ido apilando por temas de protección durante la segunda Guerra Mundial, muchas de ellas estaban en mal estado». Sin embargo, nos explica Jose Antonio, pese a que desde el año 42 bandos militares habían alertado de que la ubicación de esas minas no era la adecuada e incluso de que algunas estaban muy estropeadas, no se hizo nada. Es mejor opinar sobre el Mediterráneo.

EXCURSIÓN A SEGOVIA Y LA GRANJA Lunes 2 de agosto en magnífico autocar, todo gasto comprendido. En la Granja correrán las fuentes.

No me perdería esa carrera por nada del mundo.

MONTABER. Alquiler de pesa-bebés

Entonces sí sería buen negocio. Actualmente, esa empresa se dedica a temas inmobiliarios, pues los bebés de hoy escasean.

años 70 "los dinamita"

HACE CINCUENTA AÑOS

Allá por los setenta, hubo un presentador muy singular llamado Alfredo Amestoy, que revolucionó la televisión (TVE, la única que había entonces), por su forma de hacer. 
Dirigió un programa en 1967 muy peculiar, llamado CAMPO POP, en el que se desplazaba al mundo rural para hacer esos programas en los que intervenía la gente del pueblo en cuestión, actuaba el conjunto pop del mismo y era como una especie de concurso que trataba de dar a conocer a los conjuntos que, teniendo calidad, no eran muy conocidos.
En este programa intervino el grupo «Los Dinamita» que, presentado como de Porcuna, en su setenta por ciento estaba compuesto por Arjoneros, a los que aún vemos a alguno a diario por nuestras calles, aunque otros, como José Pérez, se fueron prematuramente.
Hoy rescatado este vídeo correspondiente a una de sus actuaciones en la que nuestra paisana, Mari Loli Garrido, nos transporta a esos años con su potente voz y podemos ver a tres arjoneros más; Juan José, Paco y José, junto a los porcuneses, Ángel y Eduardo.
Tal vez algunos recordéis a este conjunto y a sus componentes.

Pero, ¿cómo funcionaba eso de los conjuntos musicales en aquellas épocas?. Tenemos la respuesta viendo la trayectoria de un miembro de «Los Dinamita», Juan José Ruiz González, quien aún hoy día sigue sin perder el gusanillo de la música desde sus comienzos con el Maestro Bonoso Baena Córdoba.

Aparte de su amor por la música, es indudable que Arjona influye también en su vida y a la que le dedica parte de esta Añoranza por su tierra.

Efectivamente, Añoranza es el trabajo que ha realizado con los medios con los que se disponía. Dividido en cuatro partes; lo presentamos con su vídeo musical, la letra de la canción y su correspondiente partitura. También se van introduciendo fotos de los distintos grupos en los que Juan José ha participado.

NOTA BIOGRÁFICA

JUAN JOSÉ RUIZ GONZÁLEZ. Nace en Arjona el 14 de mayo de 1939. Nace su afición por la música a la edad de 12 años, en la peluquería de su padre donde trabajaba de aprendiz, escuchaba a unos chicos que ensayaban canciones de rondalla y fue entonces cuando decide aprender a tocar la guitarra.

En el año 1953 entra a formar parte de un “grupo musical” de pulso y púa, bajo la dirección del gran maestro compositor y director de la banda, D. Bonoso Baena Córdoba, donde cosechan muchos éxitos con obras clásicas como Momento Musical de Schubert, La Marcha Turca de Mozart, Danza Quinta de Granados, La Doble Águila de Wagner, etc.

En 1960 después de ver un concierto en el cuartel donde hizo la “Mili”, del Niño Ricardo y Sabicas, decide estudiar guitarra flamenca, que no ha dejado de tocar, aunque no profesionalmente ya que sus otras actividades musicales no se lo han permitido.

En 1962, se reorganiza la “Orquesta Maryland” donde pone voz y guitarra eléctrica, haciendo música de baile en bodas y fiestas de los pueblos.

En 1966, ingresa en el grupo “Los Dinamita” con otros dos compañeros, Paco y José, intervienen en un programa de televisión con el famoso presentador Alfredo Amestoy; desde ese momento se dedica profesionalmente a la música trabajando en hoteles en la costa del sol y haciendo galas en Andalucía.

En 1968 ingresa con su compañero José, en el grupo “Los Fami”.

En 1969, decide formar el Grupo “Avance” con gente ya conocida de otros grupos consiguiendo muchos éxitos por toda España en especial en la Costa del Sol y el País Vasco. Por diversas circunstancias, deja el grupo en 1974, para dedicarse a la enseñanza montando una academia en Madrid donde da clases y prepara grupos musicales.


En palabras de Juan José Ruiz González, AÑORANZA, nace con el deseo de hacer un pequeño homenaje a Arjona y su gente, a nuestros Santos San Bonoso y Maximiano, a toda mi familia, sobre todo a los ya desaparecidos, a mi mujer y mis hijos por apoyarme en mi trabajo y perdonar todas mis ausencias, a todos mis compañeros y amigos de los distintos grupos musicales en los que he trabajado en especial a aquellos que ya no están con nosotros, y a todos los arjoneros ausentes que como yo, añoran su tierra.

AÑORANZA

ARJONA SIN PAR

Arjona sin par

MI PUEBLO

Mi pueblo


LA FIESTA SANTOS

La fiestasantos

HIMNO DE LOS SANTOS

Himno de los Santos

AGRADECIMIENTOS

A mis compañeros y amigos Juan Manuel Gómez, “Voz Solista”, Francisco Sánchez “Armónica” y Salvador de la Morena “Técnico de sonido”. Que en su estudio de grabación ha hecho posible que salga a la luz este trabajo.

Gracias a todos por escucharme y aguantar todas las historias de Arjona que yo les contaba, hasta el punto que ya se sienten un poco arjoneros.

Gracias a todos por colaborar conmigo.

Juan José Ruiz González

HISTORIA DEL LICENCIADO CALMAESTRA

Entre las historias escritas sobre gente y casos famosos de Andalucía, vemos buena la ocasión de referir la de un licenciado a quien llamaban Calmaestra, natural de la villa de Arjona. Era letrado de la Inquisición del Fisco, rico y discreto, casado con doña María del Barrio, harto honrada, con lo que ambos eran muy queridos de todos. Padres de seis hijos, viviendo en este estado, dos señoras de lo principal de Córdoba, pobres ellas, moraban pared por medio de dicho licenciado Calmaestra, con cuya familia trabaron profunda amistad. Mal la pagaron, pues viéndose pobres y con buena ocasión de mudar su fortuna, dieron unos hechizos al licenciado y a su mujer, así como a sus dos hijas mayores y a dos criadas, con que les pareció que podían sacar lo mejor de aquella casa sin que sus dueños se diesen cuenta, hechizados como estaba. Al fin de unos cuatro meses, cayó en cama el licenciado y a pocos días murió todo consumido; lo mismo le sucedió a la pobre señora, a las dos hijas y a las criadas, de suerte que en unos meses viniera toda la familia a morir, si no se descubriera la maldad.

Fotografía: Alfonso Nieves

Sucedió, pues, que pasó un día por la casa de las hermanas hechiceras un lencero, llamáronlo y tomaron todo el lienzo que hubieron menester. A la hora del pago, dijeron las señoras que no tenían dinero, pero que mirase si le gustaba alguna de ellas para casamiento. El lencero, porque no se perdiese todo, se acomodó con la menor, y digno de recordarse es la gracia del cronista, quien a cuenta de los hechizos (y el que quiera entender, que entienda), relata cómo, «andando en el trato del casamiento, salió un día de la casa el lencero y, queriendo hacer aguas menores, no halló con qué; fue y vino cien veces casi fuera de juicio por lo que le faltaba, y considerando que el mal le venía de la casa de donde había salido, volvió a ella y con una sonrisa falsa comenzó a echar a burla la fiesta, por ver en qué paraba, hasta que las señoras holgaron mucho del entretenimiento y al fin, con mucho placer, le restituyeron la alhaja»

En esta ocasión se habían dejado las señoras un arca a medio cerrar, donde tenían toda la plata que habían hurtado al difunto Calmaestra. Admirado el lencero de lo uno y de lo otro, aunque con disimulo, se fue muy contento, al parecer de las señoras y enderezó su camino hacia la casa del corregidor, a quien dio cuenta de lo que pasaba. La verdad es que, con tantas muertes juntas, no pudo dejar de haber mucho escándalo en la ciudad y cada uno decía su sentir. Para la Justicia había algunas sospechas contra tales señoras, pero por ser tan principales nadie se atrevía a hablar, hasta que el corregidor llamó a toda su gente y con ella fue a casa de las señoras, donde hallaron toda la vajilla, colgaduras y muchas otras cosas del licenciado Calmaestra, lo que fue suficiente para llevarlas a la cárcel.

Comenzó la Justicia a proceder contra las buenas piezas, las cuales comenzaron a declarar dónde escondían sus hechizos y, diciendo lo que habían de hacer para que no muriesen la otra hija y las criadas, se las valieron implicando a señoras muy principales de Córdoba, Sevilla, Jaén, Aguilar y Montilla. Con esto salvaron la vida, contentándose la Justicia con meter a estos demonios en prisión y mandándolas dar doscientos azotes en mitad de la Corredera de Córdoba. «Allí -escribe el cronista- se leyeron sus maldades públicamente y las desterraron de toda la Andalucía para siempre, y con esta pena tan leve castigaron a las que merecían mil muertes. En esta ocasión se cumplió el refrán de que allá van leyes donde quieren reyes, pues con el mucho dinero y ruegos que hubo, se torció la Justicia, y aquellas malas hembras se quedaron sin el castigo que merecían.

Manuel Barrios. (Publicado en ABC en 1996)

Manuel Barrios Gutiérrez (n. San Fernando, Cádiz, 1924 – Sevilla 24 de febrero de 2012) fue un novelista, ensayista, flamencólogo, autor teatral, hombre de radio y periodista español. Considerado un sólido valor de la llamada «Nueva narrativa andaluza», su rica trayectoria se concreta en más de setenta libros publicados y cuarenta y cuatro premios, miles de artículos en prensa y programas radiofónicos. Es padre del filósofo Manuel Barrio Casares.

de arjona a blanes

Este artículo está extraído de la hemeroteca del periódico la Vanguardia Española y está fechado el miércoles 31 de octubre de 1956, firmado por Lope MATEO, poeta y periodista salmantino fallecido en 1970 y que traigo al portal como algo curioso:

Hace ya bastantes años mis pasos peregrinos me llevaron a Arjona, pequeña y rica ciudad de la provincia de Jaén, a tres leguas escasas de Andújar, recostada en una loma, con el horizonte norte de Sierra Morena y rodeada de olivares por todas partes. Derívase su nombre del hebreo «Ur-Gabah», que significa fuego alto, luz en la altura. Los romanos de la Bética la llamaron Urgabona, la cual después de ver arrojados de su seno a los judíos en la época goda, pasó a la dominación árabe hasta que San Fernando la rescató para Castilla. Ufánase de ser la cuna de Ben Alhamar, fundador de la real estirpe nazarí de Granada y de la Alhambra maravillosa. En el pasado siglo dio al general Serrano, duque de la Torre, regente de España.

Pero la gloria popular de Arjona es otra. Cuando yo estuve allí, en 1928, hervía en fiestas religiosas y profanas para conmemorar el tercer centenario del descubrimiento de las reliquias de sus santos patronos Bonoso y Maximiano. Allí se juntaron, bajo el sol de justicia del agosto andaluz, varios obispos y muchas autoridades civiles. Por mi parte, había tenido la suerte de ver galardonado un poema «referente a la exaltación de los mártires cristianos que, con motivo de la persecución de Daciano en el siglo IV, padecieron en España y en especial en Arjona». Copio el texto del tema primero del certamen, que llevaba también una curiosa nota bibliográfica de ocho obras por lo menos, que sirviera de consulta, entre las cuales estaba «España», de Pi y Margall, con indicación del timo y hasta de la página. De esta obra extraje una nota de tres renglones, y así es como me vi cantor de los extraños y santos mártires de Arjona.

Es curiosa por lo demás, su historia. Un erudito catedrático de la Universidad de Baeza, el doctor Francisco Ibáñez de Herrera, había hecho afirmaciones verídicas del martirio de Bonoso y Maximiano y otros tres mil cristianos en Arjona. La noticia bastó para que los cabildos municipal y eclesiástico enviaran legados al cardenal de Jaén don Baltasar Moscoso y Sandoval a fin de que autorizara excavaciones en el Alcázar y muralla, que por otra parte ya había emprendido el pueblo fervoroso. Hay relaciones y memoriales, como el del canónigo de Córdoba Bernardo de Alderete, donde constan los prodigios concomitantes a los trabajos de excavación: luces misteriosas, cruces de luz, apariciones de sombras humanas. Y por fin, un día las fosas de huesos, de innumerables huesos, cráneos perforados, tibias, fémures, cenizas que exhalaban suavísimo olor y despedían una luz intensa en la noche, como de fuego. «Ur-Gabah» era efectivamente, luz en la altura.

Ocurría esto en 1628. Los santos Bonoso y Maximiano fueron proclamados «para siempre jamás» patronos de Arjona. A Roma se enviaron los testimonios del prodigio y el cardenal Moscoso y Sandoval autorizó el patronazgo y la fiesta para el 21 de agosto y mandó edificar el santuario de reliquias que se abrió al culto en 1659.

Foto: Alfonso Nieves (2019)

He recordado todo esto porque cuando hace unos años conocí la gerundense villa de Blanes, la antigua «Blanda» romana, puerta hoy de la Costa Brava, se encandiló mi sorpresa al saber que también tenía por patronos a San Bonoso y San Maximiano. Efectivamente, sobre la fachada de una de sus principales calles contemplé las figuras de los dos inseparables mártires. ¿Cómo una devoción tan localizada se había extendido así a dos poblaciones españolas tan distantes? ¿Acaso por efecto de la cualificada y conocida romanización de ambas? Pero entonces lo más curioso es que la tradición de uno y otro lugar, coincidentes en el culto, difieren en sus fuentes de origen. Las de Blanes se apoyan en un testimonio de mosén Bernardo Boades, párroco de la villa en el siglo XIV. «habéis de saber -dice- que en una historia muy vieja de santos que se recita en el coro de la catedral de Gerona y en breviarios muy viejos, se lee que en Blanda, hoy Blanes, hicieron morir con graves y muchos crueles tormentos por la santa fe a dos hermanos muy nobles de la misma ciudad, llamados Bonoso y Maximiano, en tiempo del emperador Antonino».

Según esto, pues, los santos son hermanos, naturales de Blanes, y padecieron martirio en el siglo II (no en el siglo IV). Para reforzar el juicio del mosén está el fraile de la orden de los mínimos y natural de Blanes, fray Juan Gaspar Roig Jalpi, quien respecto a los «antiguos breviarios» afirma que fueron ordenados por el obispo Berenguer, y ya con estas y otras pruebas el obispo Ninot «los declaró (a los santos) hijos de Blanes, confirmando la Sagrada Congregación de Ritos la elección que de patronos principales de esta villa hicieron el clero y pueblo». Y añade que «según parece desaparecieron las actas de estos héroes de Cristo, pero en tiempos del venerable Beda (731) y de Adón (879) existían, pues lo manifiestan en sus martirologios».

Tomo tan curiosos datos de una obrita titulada «Santa María de Blanes» (Barcelona, 1941), debida al erudito blandense señor V. Coma Soley, quien afirma cómo la tradición señala hasta el barrio -el de la Massaneda- por lugar del suplicio, «y añade que sus cenizas fueron aventadas, llegando éstas hasta Llagostera, por cuya causa en este pueblo les dedican cultos especiales». En 1663 – cuatro años después de inaugurarse el santuario de reliquias de Arjona -la iglesia parroquial de Blanes dedicaba un altar a los dos santos. Si para Arjona fueron las indulgencias y bendiciones de Urbano VIII, para Blanes fueron las de Alejandro VII (con solo un Papa de por medio). Lástima que los bolandistas jesuitas de aquel siglo, con su edición crítica de las actas de los antiguos santos, no tocaran el asunto de tan curiosa y doble tradición.

No osaré yo, pues, formular conclusiones. Me he limitado a exponer, y de cualquier modo, ni quito ni pongo santos, ni tampoco ayudo a ningún señor, que en este caso sería la verdad. Aunque es muy posible que la devoción popular tenga asimismo sus razones que la razón de la más rigurosa historia no comprenda nunca.

CONFERENCIA SOBRE LA DUQUESA DE LA TORRE

Doña Trinidad Ortuzar, don Juan Latorre Ruiz, alcalde de Arjona y don Carlos Martínez de Campos el actual Duque de la Torre

El pasado día 22 de noviembre, en el salón de actos del Excmo. Ayuntamiento de Arjona, la catedrática de Historia, doña Trinidad Ortuzar Castañer pronunció una conferencia con motivo de la publicación de su libro: «La Duquesa de la Torre. Mariscala Serrano (1831-1917)» y dentro del extenso programa del Ayuntamiento «Otoño Cultural» que tanto renombre están dando a la localidad.

No es la primera vez que doña Trinidad visita Arjona, pues ya estuvo en nuestra localidad el 16 de noviembre de 2002, con motivo de otra conferencia que dio a raíz de la publicación de su tesis doctoral «General Serrano, Duque de la Torre, el hombre y el político.»

Invitado por el Ayuntamiento, acudió a este acto el actual Duque de la Torre, don Carlos Martínez de Campos y Carulla. El acto fue presentado por el alcalde don Juan Latorre Ruiz; ambos elogiaron la labor permanente de investigación en la historia de España del siglo XIX de doña Trinidad Ortuzar.

Grabación completa de la conferencia

Por otra parte y en relación con el General Serrano, en la Biblioteca Nacional existe una «Historia de la vida militar y política de Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre, Regente que fue del Reino por elección de las Cortes Constituyentes de 1869«, obra póstuma de Andrés Borrego publicado en 1892.